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Christian life, ED Recovery, Faith, Recovery life  /  agosto 21, 2018

Cómo escuchar la voz de Dios (no como yo hacía)

A veces, hacer la voluntad de Dios es difícil… ¡y otras lo difícil es saberla! Para eso, tenemos que escucharle. Para escucharle, tenemos que hablar con Él (es decir, rezar). Pero, ¿cómo distinguir su voz de otras voces, incluyendo la nuestra?

Mis batacazos intentando escuchar a Dios

Desde que Dios me llevó a la conversión, tuve muy presente esa noción de haber sido salvada, arrancada de la perdición a la que estaba abocada. Eso me hizo comprender que yo debía responder con todo mi ser, y que el Señor tenía una misión especial para mí. Sin embargo, el diablo se aprovechó de eso para retorcerlo, haciéndome pensar que equivalía a una “peculiar forma de ascetismo” manifestada principalmente en mi anorexia.

Con el tiempo, llegué a mezclar la voz de la anorexia con la voz de Dios tanto que se volvieron indistinguibles, una y la misma. En realidad, lo que ocurría era que la primera era tan fuerte que no me permitía escuchar el susurro de la segunda en lo profundo de mi corazón. Al contrario que Elías, fallé en la prueba de dejar pasar el huracán, el terremoto y el fuego para descubrir a Dios en la brisa suave (1 Re 19, 11-14).

como escuchar la voz de dios

Elegir lo peor

Aunque no solamente era eso. En general, lo peor tenía que ser lo que Dios me mandaba, y si yo no lo quería era una egoísta. Un ejemplo es lo que me pasó a la hora de elegir la carrera. Durante varios años, yo había estado segura de que quería estudiar Periodismo. Sin embargo, el verano justo antes de entrar hice un curso de verano que ofrecía la universidad… y me di cuenta de que no me gustaba en absoluto.

¿Mi reacción? En vez de ver que no era por ahí donde Dios me estaba llamando y que debía buscar otro camino… me sentí fatal porque “no me gustaba lo que Dios quería”. Me resigné, y pensé que una vez más se me pedía elegir una mortificación y no un deleite. Menos mal que conté con ayuda para finalmente elegir bien (Historia e Historia del Arte, si os lo estabais preguntando).

Todo esto no quiere decir que nunca hiciera nada que disfrutara o fuera divertido: hacía muchas de esas cosas. La clave es que no estaban justificadas por ellas mismas, sino como premio o compensación por mi vida de penitencia. Me lo podía permitir porque lo fundamental de mi vida estaba sacrificado.

¿Debilidad o fortaleza?

Por eso el gran problema vino cuando, al iniciar la recuperación, esa justificación desapareció. A pesar de que objetivamente el sacrificio era mucho mayor ahora (por no mencionar que esta vez era el bueno y correcto), en mi mente no valía. Durante bastante tiempo me seguí sintiendo mal, como que estaba traicionando a Dios, dándole la espalda para perseguir mis caprichos. Eso fue lo más duro de mi recuperación.

Aunque en un momento dado lo hubiera visto claramente, y aunque mi director espiritual no parara de repetírmelo… yo sentía que todo lo estaba haciendo mal, fallando a Dios, por ser una cobarde que no había sido capaz de llegar hasta el final. Había abandonado el camino para entregarme a mis antojos. Creía que era débil por estar cediendo, hasta que me he dado cuenta de que “cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor 12, 10). Porque ahora vivía de la gracia y no de mis propios logros.

como escuchar la voz de dios

Tiempo de confusión

Pero, retomando mi lógica anterior, surgía un problema más. Ahora se debían invertir los términos: si en ese ámbito de mi vida ya no me sometía a sufrimiento y privación… debería hacerlo en todos los demás. Esta fue otra de las partes más tóxicas y complejas del proceso de recuperación, aunque en definitiva consistía en aprender a dejarme amar por Dios a su manera y no a la que yo le había asignado.

Sentía como si mis propios gustos y deseos no estuvieran ahí más que como una prueba, para oponerme a ellos y vencerlos. Pero la verdad es que lo único que debía hacer era encauzarlos. En su estado bruto, esos gustos y deseos los había puesto Dios en mí, pero quizás se habían contaminado y manifestado mal. Tenía que ver cómo quería Dios que usase ese material, no destruir ese material y pretender partir desde un concepto abstracto del deber. 

Me pasaba que ya no era capaz de fiarme para nada de mí misma. Me parecía como si hubiera perdido la facultad de saber lo que Dios quiere, al haberme equivocado en algo tan grande como la anorexia. Y eso me hacía estar todo el día angustiada pensando que todo lo que creía que Dios quería seguramente era falso. Por tanto, suponía que me iba a dar lo contrario y sentía gran repulsión hacia ello, espantándome de que eso pudiera ser su voluntad. 

¿Cómo escuchar entonces, en medio de tanta confusión, la verdadera voz de Dios?

El método equivocado

Me da bastante vergüenza admitir ahora —aunque en su momento le daba la mayor credibilidad— el método que yo solía utilizar para determinar si Dios quería o no algo de mí: me ponía en oración, lo preguntaba y esperaba en silencio… a que mi cabeza “se moviera” en sentido de afirmación o de negación. Evidentemente, no era un método muy preciso. ¿En qué me basaba para creer que podía funcionar? En dos cosas:

-Mi supuesta “relación especial” con Dios.

-El hecho de que todos los resultados fueran coherentes con lo que yo en aquel tiempo consideraba mi verdad base (lo dicho arriba).

No creo que mucha gente utilice este método concreto, pero sí lo fundamental de él: empezar sabiendo la respuesta que quieres oír, y rezar solo de boquilla para sentir que Dios te dice que sí y de esta manera acallar tu conciencia. Muchas veces, sin darnos cuenta de que esto es lo que estamos haciendo. Porque no sabemos otra manera de hacerlo mejor.

El método correcto: el discernimiento

Lo primero que hay que dejar claro es que el discernimiento debe ser entre cosas en principio buenas, pero que pueden o no ser las más adecuadas para nosotros (como las distintas vocaciones). Las cosas objetivamente malas deben quedar fuera del circuito desde el minuto 1. Pero, ¿cómo reconocer estas?

La Biblia

Si quieres asegurarte de escuchar a Dios, hay un primer método muy sencillo y es acudir a las palabras que Él mismo quiso dejarnos en la Biblia. A diferencia de las cosas que tú puedas escuchar en tu mente, estás tienen una garantía total de verdad.

como escuchar la voz de dios

Por supuesto, si yo hubiera leído correctamente lo que pone en la Biblia, no habría pensado que mi trastorno alimenticio era algo querido por Dios. El problema es que las palabras se pueden interpretar distorsionadamente. De hecho, así ha sido a lo largo de la historia: de ahí las herejías. Así que, ¿cuál es la prueba del algodón?

La Iglesia

Por suerte, para prevenir esa tentación de acomodar la Escritura a lo que queremos oír —aunque no siempre seamos conscientes de esa intención— contamos con las enseñanzas, el Magisterio de la Iglesia. Decía San Ignacio de Loyola en los Ejercicios espirituales: “Debemos siempre tener para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina” (EE 365). Es la gran cura de humildad para evitar considerarnos por encima del bien y del mal, visionarios, proféticos, iluminados. 

como escuchar la voz de dios

Este es el punto en el que fallé yo, y en el que falla mucha gente, que por todo lo demás parecerían (pareceríamos) buenos cristianos.

La dirección espiritual

Merece un apartado propio y supone además una bisagra entre el punto anterior, siendo una manifestación destacadísima del mismo, y los siguientes, en los que contar con este recurso resultará de inmensa ayuda. Tener un buen (!!) director espiritual y escucharle es un modo muy certero de escuchar al propio Dios. Yo desde luego jamás dejaré de agradecerlo, y es lo que más puedo aconsejar a los demás. 

como escuchar la voz de dios

Santa Faustina Kowalska insiste reiteradamente en la importancia del director. Por ejemplo, dice: “Oh, qué grande es la gracia de tener al director espiritual. Se progresa más rápidamente en las virtudes, se conoce más claramente la voluntad de Dios, se la cumple más fielmente, se avanza en un camino cierto y seguro. El director espiritual sabe evitar las rocas contra las cuales el alma podría estrellarse” (Diario, 331). ¡Sería una pena desaprovechar esta oportunidad que nos ofrece la Iglesia!

Interpretar los signos

A veces podemos pensar que Dios está en silencio porque no escuchamos una respuesta clara, con palabras. Pero Él siempre se está expresando a través de lo que sucede en nuestro interior y en nuestro entorno. Hay que mirar buscando esos signos. Como dice San Juan Pablo II:

«Los Reyes Magos llegaron a Belén porque se dejaron guiar dócilmente por la estrella. Más aún, al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría (Mt 2,10). Es importante, queridos amigos, aprender a escrutar los signos con los que Dios nos llama y nos guía. Cuando se es consciente de ser guiado por Él, el corazón experimenta una auténtica y profunda alegría acompañada de un vivo deseo de encontrarlo y de un esfuerzo perseverante de seguirlo dócilmente».

como escuchar la voz de dios

Hay que buscar los signos de Dios, sus luces, sus estrellas, y ponerse en camino y seguirlas con ilusión: hay que tomar decisiones. No puedes estar siempre esperando a asegurarte, dudando si es Dios o eres tú o es el diablo. Sí, consulta al director espiritual, discierne, reza, infórmate bien… pero al final debes actuar. Y no hay que temer que porque algo sea bello, bueno, deseable, etc., no sea de Dios, más bien al contrario. Ciertamente el diablo nos puede tentar, pero si discernimos bien y con buena ayuda, podemos alcanzar una seguridad razonable. 

Consolaciones y desolaciones

Los signos en nuestra alma serían lo que San Ignacio llama consolaciones y desolaciones. Sería tema para varias entradas, así que por ahora solo diré lo siguiente: el diablo se presenta como ángel de luz… pero se puede reconocer lo que es de Dios y lo que es del diablo por lo que deja en el alma: paz y luz frente a confusión y oscuridad. Qué te eleva, y qué te deja echo polvo. Y sigue el consejo del santo: “En tiempo de desolación nunca hacer mudanza” (EE 318).

Rezar sin miedo, actuar sin miedo y darlo todo… sin miedo

Pensar en algo no va a hacer que Dios de repente se lo plantee, que diga “ah, o sea que esto no le gusta, pues esto es lo que le voy a mandar”. No hay que tener miedo a pensar y discernir. Al mismo tiempo, en algún momento hay que parar y tomar una decisión: no estás siendo cerrado, estás siendo fiel a tu vocación. Uno necesita ir teniendo seguridades en la vocación para tomar nuevas decisiones, y no es limitar al Señor sino obedecerle.

Creía que la “indiferencia espiritual” debía consistir en poner cara de póker, permanecer neutra ante cualquier situación y cumplir con mi deber en cada momento sin alegrarme o disfrutarlo mucho, no fuera que me apegase a ello. Es obvio que esto no se corresponde muy bien con mi temperamento, siendo una persona de grandes pasiones e ideales. 

Afortunadamente, me acabé enterando de que tampoco iba mucho con el de Dios: la indiferencia no significa falta de pasión, sino pedir a Dios querer, buscar y captar lo que le agrada… ¡y la pasión por ello! Reza así San Agustín: “da lo que mandas y manda lo que quieras” (Confesiones X, XXIX); esto incluye el gusto por esas cosas que quiere y manda el Señor.

como escuchar la voz de dios

A Dios no le gusta jugar con tu mente. Él está deseando hablar contigo y, si buscas respuestas, las encontrarás (Mt 7, 8). Sigue el camino correcto, y aprende a diferenciar la voz del Pastor (Jn 10, 27) de la de los lobos. ¡Y confía en que esa respuesta será el comienzo de una maravillosa aventura!

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2 comments

  • Begoña
    agosto 21, 2018

    Me alegro mucho de tu cambio y verte mas feliz con tu entorno y tus ilusiones. Estoy de acuerdo contigo en que Dios nos quiere felices y disfrutando de la vida y de todo lo que ha creado en este mundo para nosotros.

    Reply
    • Paola
      agosto 21, 2018

      Muchas gracias!! Bendigamos a Dios!

      Reply

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